Menos horas de trabajo, caída de la productividad laboral, reducción de la actividad económica. Las tendencias a la baja de esos factores son una contraparte de un proceso que incluye una suba: la de la temperatura promedio del planeta, un fenómeno que se intenta moderar en diferentes latitudes con prácticas para el cuidado del medio ambiente.
El cambio climático, según advierte un informe global recientemente difundido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), provocará un incremento de los casos de estrés térmico entre los trabajadores. Esa expresión se refiere a lo que ocurre cuando el cuerpo de una persona se encuentra afectado por un calor mayor al que es tolerable sin que haya consecuencias en el funcionamiento fisiológico.
La proyección general de la OIT indica que para 2030 el calentamiento llevará a que se reduzca un 2,2% el número total de horas trabajadas y a una pérdida en la producción mundial equivalente a unos 2,4 billones de dólares. Además de los días no trabajados por cuestiones de salud, otros factores incidirán para que se produzcan perjuicios económicos: entre ellos, un menor ritmo en la realización de tareas, una mayor propensión a cometer errores y un aumento del riesgo de sufrir accidentes.
En el caso de la Argentina se estiman consecuencias más leves que para el promedio mundial, con una baja de 0,15% del tiempo trabajado en el total de la economía para 2030, lo cual equivaldrá a lo producido por unas 30.900 personas. Se detalla que, en 1995, en la agricultura y en la construcción las horas no trabajadas por estrés climático representaron el 0,29% del total en cada uno de los dos sectores, mientras que para 2030 se proyecta que ese índice subirá a 0,60% en cada caso. En las tareas de la industria y los servicios el fenómeno es menos perceptible.
Las estimaciones están basadas en el análisis de tendencias de la fuerza del trabajo y en el supuesto de que el ascenso de la temperatura del planeta llegará a 1,5°C a fines de siglo. Las actividades más afectadas (la construcción y la agricultura, porque están basadas en tareas al aire libre) se desarrollarán a la sombra, algo que no necesariamente será así (la suposición se hizo por la cantidad de horas de cielo nublado que hay en los países tropicales y por la posibilidad de trasladar horarios de trabajo). Si no se hubiera considerado esa hipótesis, la caída global de horas llegaría a 3,8%.
Una advertencia que hace la OIT es que, más allá de la ubicación geográfica de cada país, un aspecto que tendrá su incidencia es el nivel de informalidad, ya que se trata de una condición de trabajo asociada a la vulnerabilidad y a un no adecuado cuidado de la salud frente a los riesgos. Incluso los países con ingresos que son relativamente altos dentro de la región, «como Chile, Brasil y la Argentina», tienen elevados niveles de informalidad, superiores al 40%.
La estadística más reciente del Indec (correspondiente al primer trimestre de este año) muestra que 35% de los asalariados no tienen aportes jubilatorios, pero debe tenerse en cuenta que la falta de registro es mucho mayor entre los cuentapropistas. Un relevamiento de 2018 del Observatorio de la Deuda Social de la UCA indica que más de 49% de los ocupados del país está en la economía micro informal.
El proceso de transición hacia una economía más cuidadosa con el medio ambiente (en la que cuenta el avance de la producción de energías a partir de fuentes renovables) conlleva la posibilidad de que se generen puestos vinculados a perfiles mejor calificados. Eso, de por sí, impactaría positivamente en la calidad de las ocupaciones y ayudaría a mitigar los efectos negativos de diferentes factores de riesgo.
El informe global de la OIT, de hecho, señala -entre otros puntos- que debería acelerarse la transformación estructural de la producción rural, para que las tareas humanas se realicen en mejores condiciones y con menor necesidad de esfuerzos físicos. Los avances serían dispares según la región del mundo, y un aspecto que el análisis no deja de lado es que las consecuencias negativas del cambio climático tenderán a profundizar las desigualdades sociales.
En referencia a la actividad rural, Pedro Américo Furtado de Oliveira, director de la oficina de la OIT en la Argentina comparte la preocupación por el futuro del trabajo y los impactos sobre la productividad. Se trata de desafíos que «hay que abordar en el corto plazo».